Así, al niño se le buscó una nueva afición: el béisbol, con la que cosechó grandes triunfos. Cumplió 11 años, y de regalo reclamó lo que durante tanto tiempo había estado esperando: poder hacer realidad el sueño de ser torero, que se vio cumplido en el año 2.004, cuando se doctoró en el oficio. Un luchador incansable, con las ideas muy claras y las ganas constantes de aprender y superarse día a día. Así es Luis Bolívar, un guerrero al pie del cañón, haciendo honor a su apellido.
Sin duda alguna, esta temporada está siendo francamente buena para usted. ¿Cuáles cree que están siendo las claves de sus éxitos?
Creo que porque cada tarde me lo tomo como si fuera la última, con la actitud de mirar siempre hacia adelante, aguantando la presión, la responsabilidad. Y, lo importante, que en los días claves hemos sacado lo mejor.
¿Influye mucho en un torero su estado anímico a la hora de ponerse delante de un toro, o es capaz de abstraerse de la vida que hay fuera de los ruedos?
Sí hombre, influye mucho. Hay una frase, que es muy bonita, que dice que “el traje de luces es el reflejo del alma”, y pienso que es así.
Usted nació en Colombia, y allí mamó el amor a la fiesta de los toros. ¿Cuáles son sus recuerdos de infancia? ¿Cuándo descubrió que le había picado el “gusanillo” por ella?
Esa es una pregunta que me he hecho muchas veces, de dónde surge mi afición a los toros. Puede ser porque vivía muy cerca de la plaza de toros, y me llamaba la atención un traje de luces y todo aquello. Mis recuerdos son siempre bonitos, porque soñaba siempre con ser torero y con que la gente me aplaudiera.
Siendo muy niño, quiso ingresar en la Escuela Taurina de su tierra, pero no le dejaron porque era muy pequeño. Entonces, su madre le apuntó a clases de béisbol, y se hizo un jugador importante. ¿Por qué abandonó un buen futuro como deportista?
Pues es que yo siempre había soñado con ser torero. De la época en el béisbol tengo recuerdos maravillosos, pero es que a la hora de la verdad, lo único que yo realmente quería era ser torero. Cuando llegaba la temporada en Colombia, nada más quería estar en la plaza y me olvidaba de todo lo demás; ver las corridas de toros, vivir ese ambiente. Yo pienso que me tiró más mi pasión que otras cosas.
¿Alguna vez se ha arrepentido de haber tomado el camino del toro?
No, no, para nada. Ni aun estando en la UCI con el pecho partido por un toro. Esto es un sueño maravilloso. Una lucha maravillosa; dura como ninguna –pienso yo-, pero sé que en otra vida que hubiera tenido, no habría vivido las experiencias que ahora tengo.
Desde hace unos años, usted se ha afincado en España. ¿Cómo se siente aquí?
Muy bien. Llegué hace casi siete años. España me ha hecho torero y hombre, así que cómo uno no va a estar agradecido a una tierra que me ha dado todo. Además, aquí tengo mi familia, y estoy muy contento en España, porque siento que es mi otra casa.
Su apoderado, Victorino Martín hijo, ¿qué aporta a su vida, tanto personal como profesionalmente?
Victorino me ha aportado muchas cosas. Ante todo, en la etapa primera de matador de toros fue fundamental. Pasar lo que pasó el día de la alternativa –recordemos que fue gravemente corneado-, otro hubiera salido corriendo, porque la verdad es que fue complicado… Pero ha sido un hombre en quien me he apoyado, y nunca se ha movido ni para atrás ni para ningún lado. Siempre se ha movido hacia adelante para empujarme. Pienso que este tipo de personas es muy difícil de encontrarlas. Indudablemente, no es una relación de apoderado y torero, sino que está basada más en la amistad, en el trato de un padre y un hijo, de hermano, de cómplice, de todo. Pienso que, por encima de lo que pase, siempre tendré a un amigo para todo lo que haga falta, en lo personal, en lo profesional, y eso no se gana a la vuelta de la esquina.
Su familia le ha ayudado muchísimo. Si no recuerdo mal, su madre tuvo que vender unos muebles para poder comprar el que fuera su primer traje de luces. ¿Cómo recuerda aquellos tiempos? ¿Conserva todavía aquel vestido?
Lo recuerdo bonito, y eso es lo que muchas veces me impulsa a seguir en la lucha, aunque tengamos los más grandes problemas. El vestido no lo tengo, porque me lo robaron, pero son cosas que no se olvidan, que están en la mente rondando día a día; y, por eso, muchas veces el nombre de mi madre siempre está en la mente cada vez que me juego la vida, porque se merece todo, se merece la gloria. ¿Qué no se merece una madre, con el sufrimiento que un torero le puede dar?
En América es usted un torero con mucho cartel. ¿Cuáles cree que son las causas por las que en España todavía no goza de tanto reconocimiento, cuando existen datos que confirman su calidad?
Es distinto, y yo también me lo pregunto. Allá, por mucho que sea mi tierra, el nivel de exigencia es igual. La competición también es alta, porque allí alterno con todas las figuras, el maestro César, El Juli, Manzanares, Castella. La verdad es que es como una espinita, que no sabes por qué, pero bueno. La nuestra es una profesión en la que muchas veces te preguntas porqué me pasa esto a mí, pero cuando te vistes de luces, estás dispuesto a todo, y pienso que llagará mi momento aquí en España. Y lo importante es que siempre estoy “martilleando” para poder fabricar mi sueño, y pienso que es fundamental no caer en el pensamiento negativo. Un torero es un tio para echar “pa´lante”, y cuando más se dispone a jugarse la vida tiene que afrontar absolutamente todo.
Ya empieza la cuenta atrás para que dé el pistoletazo de salida la temporada al otro lado del charco. ¿Cuáles son sus primeras citas allí?
Me han hablado ya de Venezuela y Colombia, pero me imagino que también Cali, Manizales, Duitama, Armenia… casi todas, ¿no? Por allí las cosas siempre me han rodado muy bien, así que supongo que estaré en todas las ferias.
De aquellas plazas, ¿cuál es, a día de hoy, en la que mejor se ha sentido?
En Cali me siento muy bien, porque en aquella plaza le di mis primeros muletazos a una becerra. Pero creo que mi faena más redonda fue en Manizales el año pasado, al toro indultado, de la ganadería del maestro César. Fue una faena muy, muy importante, a un grandioso nivel y, además, de mucha hondura.
¿A qué ha tenido que renunciar un joven que ahora tiene 22 años para hacer realidad el sueño de ser “Figura del Toreo”?
Se renuncia a muchas cosas; a la juventud, en todos los sentidos, se renuncia a muchos amigos, a novias, a llevar la vida normal de un chaval de 22 años… Es una profesión muy sacrificada. Cuando yo tenía 14 años, otros chicos estaban detrás de una pelota, y a mí ya un novillo me había pegado una cornada. La vida te cambia mucho, pero son cosas para un futuro. Cuando se va con las cosas de verdad, sin trampas y con los sacrificios que conlleva, merece la pena.
Ustedes, los toreros, saben que cada día puede ser el último. ¿Cómo le puede hacer cara uno tantas tardes al miedo?
Supongo que el afán que uno tiene de superación, en el sentido de querer mejorar más, de avanzar, de creer que eres mejor torero. También te agarras a tu amor propio, ese que te dice que tú vales para ser torero y funcionar en esta profesión. Creo que es fundamental. Un torero tiene que tener amor propio por encima de todo; si no, es muy difícil el funcionar en esta carrera.
¿Cuál es el deseo más inmediato que quiere ver hecho realidad Luis Bolívar?
Hombre, el deseo nada más en uno, porque inmediato… Los deseos grandes nunca son inmediatos. Las cosas grandes se van construyendo pero, indudablemente, estoy por la labor, y el sueño único que tengo es el de ser figura del toreo y gozar del sitio privilegiado que es estar ahí.
Es distinto, y yo también me lo pregunto. Allá, por mucho que sea mi tierra, el nivel de exigencia es igual. La competición también es alta, porque allí alterno con todas las figuras, el maestro César, El Juli, Manzanares, Castella. La verdad es que es como una espinita, que no sabes por qué, pero bueno. La nuestra es una profesión en la que muchas veces te preguntas porqué me pasa esto a mí, pero cuando te vistes de luces, estás dispuesto a todo, y pienso que llagará mi momento aquí en España. Y lo importante es que siempre estoy “martilleando” para poder fabricar mi sueño, y pienso que es fundamental no caer en el pensamiento negativo. Un torero es un tio para echar “pa´lante”, y cuando más se dispone a jugarse la vida tiene que afrontar absolutamente todo.
Ya empieza la cuenta atrás para que dé el pistoletazo de salida la temporada al otro lado del charco. ¿Cuáles son sus primeras citas allí?
Me han hablado ya de Venezuela y Colombia, pero me imagino que también Cali, Manizales, Duitama, Armenia… casi todas, ¿no? Por allí las cosas siempre me han rodado muy bien, así que supongo que estaré en todas las ferias.
De aquellas plazas, ¿cuál es, a día de hoy, en la que mejor se ha sentido?
En Cali me siento muy bien, porque en aquella plaza le di mis primeros muletazos a una becerra. Pero creo que mi faena más redonda fue en Manizales el año pasado, al toro indultado, de la ganadería del maestro César. Fue una faena muy, muy importante, a un grandioso nivel y, además, de mucha hondura.
¿A qué ha tenido que renunciar un joven que ahora tiene 22 años para hacer realidad el sueño de ser “Figura del Toreo”?
Se renuncia a muchas cosas; a la juventud, en todos los sentidos, se renuncia a muchos amigos, a novias, a llevar la vida normal de un chaval de 22 años… Es una profesión muy sacrificada. Cuando yo tenía 14 años, otros chicos estaban detrás de una pelota, y a mí ya un novillo me había pegado una cornada. La vida te cambia mucho, pero son cosas para un futuro. Cuando se va con las cosas de verdad, sin trampas y con los sacrificios que conlleva, merece la pena.
Ustedes, los toreros, saben que cada día puede ser el último. ¿Cómo le puede hacer cara uno tantas tardes al miedo?
Supongo que el afán que uno tiene de superación, en el sentido de querer mejorar más, de avanzar, de creer que eres mejor torero. También te agarras a tu amor propio, ese que te dice que tú vales para ser torero y funcionar en esta profesión. Creo que es fundamental. Un torero tiene que tener amor propio por encima de todo; si no, es muy difícil el funcionar en esta carrera.
¿Cuál es el deseo más inmediato que quiere ver hecho realidad Luis Bolívar?
Hombre, el deseo nada más en uno, porque inmediato… Los deseos grandes nunca son inmediatos. Las cosas grandes se van construyendo pero, indudablemente, estoy por la labor, y el sueño único que tengo es el de ser figura del toreo y gozar del sitio privilegiado que es estar ahí.
Fuente: www.burladerodos.com