Confirmación de Talavante. Puerta Grande

Alejandro Talavante venía a confirmar y a morir. Eso había dicho estos días, que la de hoy era una buena tarde para morir. Al final conquistó la gloria, porque llegó, confirmó y salió a hombros en Madrid, plaza que ha quedado convertida, definitivamente, al Talavantismo. Talavante ha reventado Madrid con tres series de mucha importancia a un manso con mucha movilidad del Puerto, al que el extremeño crujió literalmente en tres series en las tablas del cinco, ligando los muletazos, llevando al animal muy largo, bajando la mano y ganándole un paso en cada pase. El toro tenía las arrancadas pero había que ponerse y sacárselas, y Talavante lo hizo.Después llegó el acabóse con las manoletinas marca de la casa. Se lo pasó muy ceñido, rozándole un vestido que trajo blanco impoluto y terminó tinto en sangre de lo cerca que se lo pasó. Eso y una estocada que tiró al ejemplar sin puntilla pusieron en sus manos las dos orejas. Premio gordo para un torero que Madrid ha adoptado como su nuevo ídolo, y que ha puesto cara, sobre todo para sí, la feria de San Isidro.
Con el toro de la confirmación Alejandro ha estado valiente, muy valiente. Después de brindar a Corbacho, se fue a los medios y allí llegaron los estatuarios firme, seguro, sin rectificar. No hizo lo mismo en el resto de tandas, en las que no terminó de cogerle el sitio –quizá le ahogó demasiado y el toro pedía mucha distancia- y se sucedieron los enganchones.Fue cuando cambió a la zurda y cuando decidió estirarse cuando llegaron los mejores momentos de la faena. Un par de series al natural de buen trazo, ritmo y fondo, que hicieron a la plaza entrar en faena. No habían respirado los tendidos casi cuando Talavante firmó una serie de bernardinas invirtiendo el viaje del toro –citaba por un pitón y se lo pasaba por otro- cuando terminó por dejarlos sin aire.








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