Las puertas grandes de San Isidro

PEPE MORAL

El toreo al natural templado, sentido, inspirado, hondo, ligado y de mano baja abrió de par en par la Puerta Grande del toreo a Pepe Moral. Toreo primoroso, muletazos de ensueño, obras de arte en las series macizas desde los vuelos de la tela hasta el remate final; desde el embarque hasta el remate más allá de la cadera. Abierto el compás. Cargada la suerte. Toreo de ensueño que le valió a Moral para conseguir su sueño.Uno supone que el sevillano soñó algún día con alcanzar la gloria. Fue un sueño todo lo que ocurrió. Tanto para el torero como para el público, que presenció dos obras de arte valiosas. Oro de muchos kilates. Toreo de mucho temple. Duende y sentimiento en las manos de un artista que no sólo posee temple. También valor, mucho valor.




MATIAS TEJELA
A Matías Tejela lo dieron por muerto en Sevilla. Dos o tres tandas de naturales de mano baja y mucha profundidad no terminaron de valer como justificación. Cierto es que se le habían visto cosas mucho mejores, casi increíbles, en ese mismo ruedo. Pero no todos los días se roza la perfección.Hoy ha salido a hombros de Madrid. Ancha Puerta Grande si se quiere. Pero que nadie olvide que una y una son dos orejas, y eso equivale a la salida a hombros. Si no se quiere así, que se cambie el reglamento y se exijan dos en uno mismo. Claro, que a uno no le hubiese importado que le dieran la segunda en su primero. Lo cierto es que en ambos toros la plaza entera –bueno, menos un tendido- pidió las orejas, y Trini, que hoy se salva de toda culpa, las concedió.Podrá discutirse la Puerta Grande, más no las sensaciones taurinas que deja Tejela. Torero ‘recuperado’ aunque nunca se fue. Torero maduro, hecho, cuajado, que ha tenido que evolucionar sobre la marcha. Se le exigió como figura desde la alternativa. Y eso fue hace tan sólo cuatro años. Sea como fuere, Matías consiguió lo más importante: disipar dudas y engancharse al carro de una temporada en la que todos arrean como leones.


SEBASTIAN CASTELLA

Castella la faena de las 2 orejas la inició por estatuarios a los que la plaza no hizo ni caso. Pero cuando lo rompió por bajo con trincherazos y uno de pecho cumbre, todo salió rodado. El toro pidió más y Castella lo reventó en tres series macizas, profundas, ligadas, dando el pecho y la muleta por delante, con todas las ventajas al toro.Lo enganchó, lo ligó y lo desplazó hasta el final. Toreando al natural hubo un cambio de mano soberbio, para guardar. Momentos en que la plaza estalla sin parar. Llegó después el toreo en corto, casi encima, colgado del pitón. Corto el cite pero largo el trazo. Toreo macizo, sin fisura alguna. Y siempre por debajo de la pala del pitón. Donde pedía el toro. El cierre por bajo, de cartel; y la estocada con la que lo fulminó pusieron en sus manos las dos orejas, que César Gómez, otras veces reticente, no pudo más que conceder.


EL JULI

El Juli por fin conquisto Madrid, todo llegó de sopetón cuando cogió la muleta y se llevó al toro al cinco. Allí soplaba menos el aire y el animal, flojito pero con calidad, comenzó a embestir como una máquina, atrapado bajo el embrujo de la muleta de Juli, que inició por alto y rápidamente comenzó a torear al natural. Sin más. Justo entonces, los reventadores se hicieron notar, a destiempo como casi siempre. Repertorio completo: desde el ‘miau’ al ‘muyyyy maaaal’ pasando por el ‘aprende Juli’.Arsenal a destajo cuando la faena no había terminado de definirse. Porque Julián enceló al toro en las primeras series sin obligarle, dándole confianza. Enseñándole a embestir se llama eso. Después, llegó el recital. Dos tandas con la diestra dejando siempre la muleta puesta en la cara para forzar la ligazón. Las tres al natural, con la planta y la figura encajada, sublimes. Para paladares exquisitos. Series de muletazos muy largos, profundos, sentidos, lentos, medidos.Cuando al toro le costaba repetir, Julián lo ayudaba con un suave toque. Cuando se arrancaba a todo trapo, lo frenaba con el acariciar de su muleta. Cuando el animal dudaba, Juli buscaba el pitón contrario, casi pasándolo, para volver a embarcarlo. Lección de Maestro de la tauromaquia. Sin más. Los cambios de mano ligados con trincherazos o remates diversos, instantáneas imborrables. Y el estoconazo final, perfecto. Sin puntilla. Por arriba. Por derecho.

No hay comentarios: