Talavante, Puerta del Príncipe y genial faena de Morante en Sevilla.

Esta corrida tubo un apartado fundamental dedicado a Morante. No le gustó el segundo y lo mató pronto. El toro no valía nada. La gente le abroncó con saña. Cuando quiso entrar en quites en el cuarto se reprodujo la bronca. Se supone que sería de malos aficionados. Morante estaba en su turno y toreó bien con el capote.
A la salida del quinto se fue a portagayola. Lo nunca visto. Un artista recibiendo un toro en la puerta de toriles. Fue una larga apurada que tuvo continuidad en unos lances preciosos. El toro pregonó su bondad en banderillas y la plaza estaba contagiada de la magia especial de este tipo de toreros.Fue una faena de trazos geniales. Al principio, sobre la derecha en tandas profundas rematadas con los de pecho. Le dio tiempo al toro, que poco a poco iba perdiendo vida. Los naturales fueron monumentos a la gracia, pero los remates llenaron la plaza del sabor eterno del toreo sevillano. Faena de pausas y de chispazos. El público estaba entregado. La espada cayó muy baja. Con ese espadazo no se pueden cortar dos orejas en Sevilla. Si se baja este listón, el prestigio del coso se derrumba con estrépito. ¿Morante? Genial. ¿Dos orejas? No, con una hubiera bastado.














Talavante le debe la Puerta del Príncipe a Morante. Si el palco no le da las dos orejas al sevillano, nunca se las hubiera concedido al de Badajoz. En su primer toro, Talavante cortó una oreja por una faena realizada en el centro a un buen toro sobrero. La faena fue templada, ligada y con fases de mucho aguante. Lo mató de forma imperfecta y la oreja llegó cogida con alfileres. Talavante tiene el santo de cara en la Maestranza.Tras el clamor de la faena de Morante y su doble trofeo, el sexto fue otro toro de bondad suprema sin codicia ni fuelle. Para los toreros deben ser toros maravillosos, pero deben exigirse reses con más empuje. Talavante mimó a astado en varas, no se le hicieron quites y planteó una faena en el centro sobre la derecha. Las primeras tandas fueron lineales y despegadas. La faena tomó vuelo cuando el toro embestía ya casi al paso y Talavante lo templó en muletazos largos sobre la izquierda. El ritmo de cada pase, perfectamente acoplado a la bondad del animal, la capacidad para aguantar algunos parones y retomar el muletazo, junto al sitio en el se colocó el torero fueron la base de una faena con algunos pases de muy bella factura. Mató mejor de lo que acostumbra de una estocada levemente desprendida y al presidente no le quedó más remedio que sacar otra vez los dos pañuelos. Con uno hubiera bastado, pero antes se había excedido y ahora no podía hacer otra cosa. Algunos dicen que esto es bueno para la Fiesta. No es seguro. Para la Maestranza es malo. Lo ha visto mucha gente y el coso pierde aún más categoría. Lamentable






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